PONTIFICIO
CONSEJO PARA LAS COMUNICACIONES SOCIALES
PORNOGRAFÍA Y
VIOLENCIA EN LAS COMUNICACIONES SOCIALES: UNA RESPUESTA
PASTORAL
INTRODUCCIÓN
1. En el curso de estos últimos años ha tenido lugar
una revolución mundial en el modo de percibir los valores morales, seguida de
cambios profundos en la manera de pensar y actuar de la gente. Los medios de
comunicación social han tenido y continúan teniendo un importante papel en este
proceso de transformación individual y social, en la medida que introducen y
reflejan nuevas actitudes y estilos de vida (1).
2. Algunos de estos cambios han resultado positivos.
Hoy, como ha afirmado recientemente el Papa Juan Pablo II, "la primera nota
positiva consiste en que muchos hombres y mujeres tienen plena conciencia de su
dignidad y de la de todo ser humano... Al propio tiempo, en un mundo dividido y
trastornado por conflictos de todo tipo, va creciendo la convicción de una
interdependencia radical y, por consiguiente, la necesidad de una solidaridad
que la asuma y la traduzca en el plano moral" (2). Las comunicaciones sociales
han contribuido mucho a que se den estos cambios.
3. Pero muchos de estos cambios han sido negativos.
Al lado de los abusos de siempre se están dando nuevas violaciones de la
dignidad humana y de los valores e ideales cristianos. Y aquí también las
comunicaciones sociales tienen su parte de responsabilidad.
4. Si bien es cierto que estos medios -como afirma el
Concilio Vaticano II- "prestan grandes servicios al género humano", lo es
igualmente que "pueden ser utilizados contra los designios del Creador y
convertidos en instrumentos del mal"(3).
5. Uno de los fenómenos alarmantes de estos años ha
sido la creciente difusión de la pornografía y la generalización de la violencia
en los medios de comunicación social. Libros y revistas, cine y teatro,
televisión y videocasetes espacios publicitarios y las propias
telecomunicaciones muestran frecuentemente comportamientos violentos o de
sexualidad permisiva que casi llegan al umbral de la pornografía y que son
moralmente inaceptables.
6. La pornografía y la exaltación de la violencia son
viejas realidades de la condición humana que evidencian la componente más turbia
de la naturaleza humana dañada por el pecado. Durante el último cuarto de siglo
han adquirido una amplitud nueva y han pasado a constituir un serio problema
social. Mientras crece la confusión respecto de las normas morales, las
comunicaciones han hecho la pornografía y la violencia accesibles al gran
público, incluidos niños y jóvenes. Este problema, que quedaba confinado antes
en el ámbito de los países ricos, ha comenzado, con la comunicación moderna a
corromper los valores morales de las naciones en vías de
desarrollo.
7. Los medios de comunicación social pueden ser a la
vez eficaces instrumentos de unidad y comprensión mutua y transmisores de una
visión deformada de la vida, de la familia, de la religión y de la moralidad
-según una interpretación que no respeta la auténtica dignidad ni el destino de
la persona humana-(4). En particular, los responsables familiares de muchas
regiones del mundo han expresado una comprensible preocupación respecto a los
filmes, videocasetes y programas de televisión que sus hijos están en
condiciones de ver, así como grabaciones que pueden oír y publicaciones que
pueden leer. Y se niegan a que los valores morales inculcados en el hogar queden
destruidos por producciones rechazables, en todas partes de fácil acceso gracias
a estos medios.
8. Se trata de ilustrar en este documento los efectos
más graves de la pornografía y la violencia en el individuo y en la sociedad,
así como señalar las causas principales del problema tal como se plantea hoy.
Por último se tratará de indicar los pasos necesarios que han de dar los
comunicadores profesionales, los padres y educadores, la juventud y el público
en general, las autoridades civiles y eclesiásticas, las organizaciones privadas
y religiosas, para poner el remedio necesario.
EFECTOS DE LA PORNOGRAFÍA Y LA
VIOLENCIA
9. La experiencia cotidiana confirma los estudios
realizados en el mundo entero acerca de las consecuencias negativas de la
pornografía y de las escenas de violencia que transmiten los medios de
comunicación social (5). Se entiende por pornografía, en este contexto, la
violación merced al uso de las técnicas audiovisuales, del derecho a la
privacidad del cuerpo humano en la naturaleza masculina y femenina, una
violación que reduce la persona humana y el cuerpo humano a un objeto anónimo
destinado a una mala utilización con la intención de obtener una gratificación
concupiscente. La violencia, en este contexto, puede ser entendido como la
presentación destinada a excitar instintos humanos fundamentales hacia actos
contrarios a la dignidad de la persona, y que describe una fuerza física intensa
ejercida de manera profundamente ofensiva y a menudo pasional. Los especialistas
a veces no están de acuerdo sobre el impacto de este fenómeno y sobre el modo en
que afecta a los individuos y los grupos aquejados por el mismo, pero las líneas
maestras de la cuestión aparecen claras, limpias e inquietantes.
10. Nadie puede considerarse inmune a los efectos
degradantes de la pornografía y la violencia, o a salvo de la erosión causada
por los que actúan bajo su influencia. Los niños y los jóvenes son especialmente
vulnerables y expuestos a ser víctimas. La pornografía y la violencia sádica
deprecian la sexualidad, pervierten las relaciones humanas, explotan los
individuos -especialmente las mujeres y los niños-, destruyen el matrimonio y la
vida familiar, inspiran actitudes antisociales y debilitan la fibra moral de la
sociedad.
11. Es evidente que uno de los efectos de la
pornografía es el pecado. La participación voluntaria en la producción y en la
difusión de estos productos nocivos ha de ser considerada como un serio mal
moral. Además, esta producción y difusión no podrían tener lugar si no existiera
una demanda. Así, pues, quienes hacen uso de estos productos no sólo se
perjudican a sí mismos, sino que también contribuyen a la promoción de un
comercio nefasto.
12. Una exposición frecuente de los niños a la
violencia en las comunicaciones sociales puede resultar turbadora para ellos, al
ser todavía incapaces de distinguir claramente la fantasía de la realidad.
Además, la violencia sádica en estos medios puede
condicionar a las personas impresionables, sobre todo a los jóvenes, hasta el
punto de que la lleguen a considerar normal, aceptable y digna de ser imitada.
13. Se ha dicho que puede haber una vinculación
sicológica entre la pornografía y la violencia sádica. Una cierta pornografía ya
es abiertamente violenta en su contenido y expresión. Quienes ven, escuchan o
leen un material así corren el riesgo de introducirlo en el propio
comportamiento. Acaban perdiendo el respeto hacia los demás, en cuanto hijos de
Dios y hermanos y hermanas de la misma familia humana. Una vinculación tal entre
pornografía y violencia sádica tiene especiales implicaciones para quienes están
afectados de ciertas enfermedades mentales.
14. También la llamada pornografía blanda ("soft
core") puede paralizar progresivamente la sensibilidad, ahogando gradualmente el
sentido moral de los individuos hasta el punto de hacerles moral y personalmente
indiferentes a los derechos y a la dignidad de los demás.
La pornografía -como la droga- puede crear
dependencia y empujar a la búsqueda de un material cada vez más excitante ("hard
core") y perverso. La probabilidad de adoptar comportamientos antisociales
crecerá en la medida que se vaya dando este proceso.
15. La pornografía favorece insalubres preocupaciones
en los terrenos de la imaginación y el comportamiento. Puede interferir en el
desarrollo moral de la persona y en la maduración de las relaciones humanas
sanas y adultas, especialmente en el matrimonio y en la familia, que exigen
confianza recíproca y actitudes e intenciones de explícita integridad
moral.
16. La pornografía, además, cuestiona el carácter
familiar de la sexualidad humana auténtica. En la medida en que la sexualidad se
considere como una búsqueda frenética del placer individual, más que como una
expresión perdurable del amor en el matrimonio, la pornografía aparecerá como un
factor capaz de minar la vida familiar en su totalidad.
17. En el peor de los casos, la pornografía puede
actuar como agente de incitación o de reforzamiento, un cómplice indirecto, en
agresiones sexuales graves y peligrosas, tales como la pedofilia, los secuestros
y asesinatos.
18. Una de las consecuencias fundamentales de la
pornografía y de la violencia es el menosprecio de los demás, al considerarles
como objetos en vez de personas. La pornografía y la violencia suprimen la
ternura y la compasión para dejar su espacio a la indiferencia, cuando no a la
brutalidad.
CAUSAS DEL PROBLEMA
19. Uno de los motivos básicos de la difusión de la
pornografía y de la violencia sádica, en el ámbito de los medios de
comunicación, parece ser la propagación de una moral permisiva, basada en la
búsqueda de la satisfacción individual a todo coste. Un nihilismo moral de la
desesperación se añade a ello que acaba haciendo del placer la sola felicidad
accesible a la persona humana.
20. Un cierto número de causas más inmediatas
contribuyen ulteriormente a la escalada de la pornografía y la violencia en los
media. Entre estas cabe citar:
el beneficio económico. La pornografía es una
industria lucrativa. Algunos sectores de la industria de las comunicaciones han
sucumbido trágicamente a la tentación de explotar la debilidad humana,
especialmente la de los jóvenes y la de las mentes impresionables, para obtener
provecho de producciones pornográficas y violentas. Esta industria pornográfica,
en algunas sociedades, resulta lucrativa hasta el punto de que se ha vinculado
al crimen organizado;
falsos argumentos libertarios. La libertad de
expresión exige, según algunos, la tolerancia hacia la pornografía, aún a precio
de la salud moral de los jóvenes y del derecho a la intimidad, así como un
ambiente de pública decencia. Algunos, también erróneamente, afirman que el
mejor medio de combatir la pornografía consiste en legalizarla. Estos argumentos
son a veces propuestos por grupos minoritarios que no se suman a los criterios
morales de la mayoría y que se olvidan de que a cada derecho corresponde una
responsabilidad. El derecho a la libertad de expresión no es un absoluto. La
responsabilidad pública de promover el bien moral de los jóvenes, de garantizar
el respeto de las mujeres, de la vida privada y de la decencia pública muestra
claramente que la libertad no puede equipararse al libertinaje;
la ausencia de leyes cuidadosamente preparadas o su
no aplicación, para la protección del bien común, en particular de la moralidad
de los jóvenes;
confusión y apatía por parte de muchos incluso
miembros de la comunidad religiosa, los cuales se consideran erróneamente a sí
mismos extraños a la problemática de la pornografía y de la violencia en los
media, o sin posibilidades de contribuir a la solución del problema.
RESPUESTAS AL PROBLEMA
21. La propagación de la pornografía y de la
violencia a través de los medios de comunicación social es una ofensa a los
individuos y a la sociedad y plantea un problema urgente que exige respuestas
realistas por parte de las personas y los grupos. El legítimo derecho a la
libertad de expresión y al intercambio libre de información ha de ser protegido.
Al mismo tiempo, hay que salvaguardar el derecho de los individuos, de las
familias y de la sociedad a la vida privada, a la decencia pública y a la
protección de los valores esenciales de la vida.
22. Se hará referencia a siete sectores con
especiales deberes en la materia: profesionales de la comunicación, padres,
educadores, juventud, público en general, autoridades públicas e Iglesia y
grupos religiosos.
23. Profesionales de la comunicación. Sería
desleal sugerir que todos los medios y todos los comunicadores están implicados
en este negocio nocivo. Son muchos los comunicadores que se distinguen por sus
cualidades personales y profesionales. Tratan de asumir su responsabilidad
aplicando con fidelidad las normas morales y les anima un gran deseo de servicio
al bien común. Se merecen nuestra admiración y estímulo, especialmente los que
se dedican a la creación de sanos esparcimientos familiares.
Se invita encarecidamente a estos comunicadores a
unirse para la elaboración y aplicación de códigos éticos en materia de
comunicación social y publicidad, inspirados en el bien común y orientados al
desarrollo integral del hombre. Estos códigos se hacen especialmente necesarios
en el contexto de la televisión, que permite que las imágenes entren en los
hogares, allí donde los niños se encuentran a su aire y sin vigilancia. El auto
control es siempre el mejor control, así como la autodisciplina, en el seno de
los propios medios, es la primera y más deseable de las líneas de defensa contra
quienes buscan provecho mediante la producción de programas pornográficos y
violentos que envilecen los medios de comunicación y corrompen la sociedad
misma.
Se urge vivamente a los comunicadores a que, también
a través de estos medios, hagan conocer las medidas necesarias que pongan un
dique a la marea de la pornografía y de la exaltación de la violencia en la
sociedad.
24. Padres. Se invita a los padres a que
multipliquen sus esfuerzos en orden a una completa formación moral de niños y
jóvenes. La cual supone una educación en favor de una actitud sana hacia la
sexualidad humana, basada en el respeto a la dignidad de la persona como hija de
Dios, en la virtud de la castidad y en la práctica de la autodisciplina. Una
vida familiar equilibrada, en la que los padres sean fieles practicantes y
totalmente entregados el uno al otro y a sus hijos, constituirá la escuela ideal
para la formación a los sanos valores morales.
Los niños y jóvenes de nuestro tiempo necesitan la
educación que les permita discernir los programas y madurar en su condición de
usuarios responsables de la comunicación. El ejemplo de los padres es
determinante en esta materia. La pasividad o autoindulgencia de cara a ciertos
programas será fuente de malentendidos perjudiciales para la juventud. Hay que
dar especial importancia -para el bien de los jóvenes- al ejemplo de los padres
en lo que concierne a la autenticidad de su amor y a la ternura que sepan
manifestar en su vida matrimonial; así como a su disponibilidad a discutir con
los hijos las cuestiones de interés, en una atmósfera amable y afectuosa.
Conviene no olvidar que, cuando se está educando, "se obtiene más con una
explicación que prohibiendo"(6).
25. Educadores. Los principales colaboradores
de los padres, en la formación moral de los jóvenes, son los educadores. Las
escuelas y los programas educativos han de promover e inculcar los valores
éticos y sociales, de cara a garantizar la unidad y el sano desarrollo de la
familia y de la sociedad.
Los programas de mayor valor serán en el contexto
educativo, aquellos que formen a los jóvenes a una actitud crítica y a una
capacidad de discernimiento en el uso de la televisión, de la radio y de los
otros medios de comunicación social. De este modo los jóvenes serán también
capaces de resistir a las manipulaciones y sabrán luchar contra los hábitos
meramente pasivos en la escucha y visión de estos medios.
Hay que subrayar la importancia de que las escuelas
sepan poner de relieve el respeto a la persona humana, el valor de la vida
familiar y la importancia de la integridad moral personal.
26. Jóvenes. Los jóvenes contribuirán a poner
muros al avance de la pornografía y la violencia en los media si saben
responder, positivamente, a las iniciativas de sus padres y educadores y asumir
sus responsabilidades en lo que reclama capacidad de decisión moral, así como en
la elección de sus diversiones.
27. El público. El público en general debe
también hacer oír su voz. Los ciudadanos -incluidos los jóvenes- tienen la tarea
de expresar individual y colectivamente su punto de vista respecto a
productores, intereses comerciales y autoridades civiles. Se hace urgente
mantener un diálogo continuado entre los comunicadores y los representantes del
público, a fin de que quienes actúan en las comunicaciones sociales estén al
corriente de las exigencias reales e intereses de los usuarios.
28. Autoridad pública. Los legisladores, los
encargados de la administración del Estado y de la justicia están llamados a dar
una respuesta al problema de la pornografía y de la violencia sádica difundidas
por los medios de comunicación. Se han de promulgar leyes sanas, se han de
clarificar las ambiguas y se han de reforzar las leyes que ya
existen.
Dadas las implicaciones internacionales que presentan
la producción y distribución de material pornográfico, hay que actuar a nivel
regional, continental e internacional de cara a controlar con éxito este
insidioso tráfico. Quienes han tomado ya iniciativas de este tipo merecen todo
nuestro apoyo y estímulo(7).
Las leyes y los agentes de la ley tienen el deber
sagrado de proteger el bien común, especialmente el que concierne a la juventud
y a los miembros más vulnerables de la comunidad.
Ya hemos señalado algunos de los efectos negativos de
la pornografía y la violencia. Cabe sacar también la conclusión de que se pone
en tela de juicio y amenaza el bien común especialmente cuando este material se
produce, expone y distribuye sin restricciones ni reglamentos.
La autoridad civil está obligada a emprender una
rápida acción de cara al problema, allí donde exista, y a emanar criterios
preventivos en donde la cuestión comience a plantearse o todavía no haya llegado
a ser angustiosa y urgente.
29. Iglesia y grupos religiosos. La primera
responsabilidad de la Iglesia consiste en la enseñanza constante y clara de la
fe y, asimismo de la verdad moral objetiva, incluidas aquellas verdades
referentes a la moral sexual. Una era de permisividad y de confusión moral como
la nuestra pide que la voz de la Iglesia sea profética, lo que la hará aparecer
a menudo como signo de contradicción.
La llamada "ética" de la gratificación individual
inmediata se opone fundamentalmente a la realización plena e integral de la
persona humana. La educación a la vida familiar y a la inserción responsable en
la vida social exige la formación a la castidad y la autodisciplina. La
pornografía y la violencia generalizada tienden a ofuscar la imagen divina en
cada persona humana, debilitan el matrimonio y la vida familiar y dañan
gravemente a los individuos y a la sociedad.
En donde sea posible, la Iglesia está llamada a
colaborar con otras Iglesias cristianas, comunidades y grupos religiosos a fin
de enseñar y promover este mensaje. Debe igualmente empeñar a sus personas e
instituciones en una acción formativa al uso de los medios de comunicación
social y su papel en la vida individual y social. En este campo los padres
merecen una asistencia y atención especial.
Por estos motivos, la formación a la comunicación
debiera ser parte de los programas educativos de las escuelas católicas y de
otras iniciativas educativas de la Iglesia, así como en la formación en los
seminarios(8). Cabe decir lo mismo para los programas de formación de religiosos
y religiosas y de los miembros de los institutos seculares, así como para la
formación permanente del clero y la catequesis parroquial de jóvenes y adultos.
Tanto sacerdotes como religiosos y religiosas que trabajan en la educación
pastoral debieran comenzar por ellos mismos dando ejemplo de discernimiento en
medios escritos y audiovisuales.
30. Por último, una actitud de pura restricción o de
censura por parte de la Iglesia de cara a estos medios no resulta ni suficiente
ni apropiada. La Iglesia tiene, al contrario, que iniciar un diálogo continuo
con los comunicadores conscientes de sus responsabilidades. Debe animarles y
sostenerles en su misión allí donde sea posible y deseable. Los comunicadores
católicos y sus organizaciones, con sus perspectivas y experiencias propias,
están llamados a jugar un papel decisivo en tales conversaciones.
31. La crítica y las organizaciones católicas, al
evaluar concienzudamente las producciones y publicaciones en función de
criterios morales claros y substanciales, ofrecen una valiosa asistencia a los
profesionales de la comunicación y a las familias. Asimismo, las orientaciones
que ofrecen los documentos ya existentes sobre comunicación social -incluidas
las recientes tomas de posición de numerosos obispos sobre la pornografía y la
violencia- merecen ser cuidadosamente estudiadas y objeto de aplicación
sistemática.
32. El presente documento quiere ser una respuesta a
las preocupaciones ampliamente expresadas por familias y Pastores de la Iglesia,
a quienes se invita a una reflexión -de carácter ético y práctico- cada vez más
amplia acerca del problema de la pornografía y la violencia en los medios de
comunicación social. Al tiempo que se anima a todos a poner en práctica la
advertencia de San Pablo: "No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence el
mal con el bien". (Rm 12, 21).
Ciudad del Vaticano, 7 de mayo de 1989, XXIII Jornada
mundial de las Comunicaciones Sociales.
John P.
Foley
Presidente
Pierfranco Pastore
Secretario
Notas
1. Communio et
progressio, 22.
2. Sollicitudo rei socialis,
26.
3. Inter mirifica, 2a.
4. Familiaris consortio, n. 76; cf. Mensaje de
Juan Pablo II para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 1 de mayo
de 1980
5. Entre ellos cabe citar: 1. Pornography: The
Longford Report, Ricerche - Mursia, Milán,
Italia, 1978; 2. Final Report of the Attorney General's Commission on
Pornography, Rutledge Hill Press, Nashville, Tennessee, U.S.A, 1986; 3.
ISPES, "Istituto di Studi Politici,
Economici e Sociali", I e II Rapporto sulla Pornografia in Italia, Roma,
Italia, 1986 y 1988.
7. La CEE, Comunidad Económica Europea, el Consejo de
Europa y la UNESCO, entre otras organizaciones, están actuando en este
sentido.
8. Cf. Congregación para la Educación Católica,
Orientaciones para la formación de los futuros sacerdotes en los medios de
comunicación social, Ciudad del Vaticano, 1986